En Puebla estamos en semáforo rojo desde hace cuatro meses. Los lugares en los que trabajo normalmente: la biblioteca, el café, la librería, las mesas del centro comercial; están cerrados. Esto me ha obligado a trabajar en casa, y creo que lo he llevado bien.

Sin embargo, por primera vez ayer sentí el hastío de estar en casa. Estaba trabajando sobre algo desagradable: instalando y configurando software de servidor que requería una serie de llaves secretas para entrar en distintos servicios sociales (GitHub, Facebook, Twitter, etc), y tuve que dar de alta muchas aplicaciones OAuth… nomás de acordarme me da mal cuerpo.

Pensé que sería más llevadero si me llevaba el trabajo al parque. Le puse la correa a Nina y caminé al parque con mesas más cercano que conozco, a unos veinte minutos caminando de casa. Me acordé de mis exploraciones de bibliotecas en Madrid y pensé “quizás sea buen proyecto explorar lugares de trabajo apropiados para este contexto”.

El trabajo fue regular. Un error fue llevarme a Nina (aunque seguramente ella estará en desacuerdo) pues no podía evitar tener un ojo en el perro y el otro en el currelo. El sol del medio día hacía más difícil ver la terminal, y los esquemas de colores que uso para la pantalla están orientadas a reducir el deslumbramiento de estar viendo la pantalla todo el día.

Pero no hay nada en esto que no sea corregible. En definitiva el exterior no es el mejor lugar para trabajar, pero ver gente es una delicia especial estos días de aislamiento y me alegra el corazón hacerlo. A pesar que no fui productivo, hoy tengo ganas de hacerlo nuevamente con los ajustes necesarios. Así que ya he comenzado un nuevo mapa.