Hoy estuve largo rato trabajando en una personalización de Method Draw para un cliente que tiene unos requerimientos bastante particulares: este cliente quiere armar un dispositivo de hardware + software para hacer video mapping sobre el rostro de personas, proyectando cejas que un estilista acomoda en Method Draw, y cuando queda satisfecho las dibuja con un lápiz. Al más puro estilo startupero, este es su primer cliente y si sale bien el experimento luego intentará venderlo a más estéticas. En mi charla con él por Zoom hubo muy buena química y la intuición de colaboración fue un rotundo sí, que en mi es muy raro.
¡Qué difícil es encontrar buenos clientes! El cliente a menudo es el peor enemigo del buen diseño. Yo ya me he dado por vencido: si tengo un cliente mi propósito no es hacer buen diseño, si resulta bueno es porque el cliente tuvo suficiente presupuesto y no intervino demasiado. Mi propósito es dejar al cliente satisfecho y llevarme algo de dinero al bolsillo para financiar mis proyectos personales en los que pueda crear cosas bajo mis propios términos.
Sin duda hay diseñadores con la tenacidad, autoridad o colmillo para llevar al cliente a la decisión correcta—lo he visto con mis propios ojos. Pero el costo emocional es altísimo: hay conflicto, manipulación, postureo, negociaciones estresantes. El cliente se quiere disparar en el pie y uno forcejea con él intentando convencerle que es una pésima idea!
Por eso me resulta mucho más fácil el trabajo de desarrollo cuando trabajo con clientes. El dilema moral del tren que arrolla gente inocente se presenta como una buena alegoría:
Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas atadas a la vía por un filósofo malvado. Afortunadamente, es posible accionar un botón que encaminará al tranvía por una vía diferente, por desgracia, hay otra persona atada a ésta. ¿Debería pulsarse el botón?
Y luego se contrasta con la siguiente situación:
Como antes, un tranvía descontrolado se dirige hacia cinco personas. El sujeto se sitúa en un puente sobre la vía y podría detener el paso del tren lanzando un gran peso delante del mismo. Mientras esto sucede, al lado del sujeto sólo se halla un hombre muy gordo; de este modo, la única manera de parar el tren es empujar al hombre gordo desde el puente hacia la vía, acabando con su vida para salvar otras cinco. ¿Qué debe hacer el sujeto?
El diseñador que diseña algo mal porque el cliente lo quiere así, es el que empuja al gordo para detener el tren. El desarrollador que implmementa algo mal diseñado, es el que aprieta el botón. Las víctimas, en ambos casos, son los usuarios. Las cinco personas atadas son el ego del cliente.
La persona que quiero ser, es la que no tenga que confrontarse a estos dilemas por dinero.