Este es un ensayo que escribí en el curso de escritura para el autoconocimiento, Espiral de la consciencia, impartido por la gran abuela, Ana María González Garza.
El propósito del ejercicio era escribir nuestro credo personal acerca de la muerte.
Fui a Valencia un fin de semana, yo solo. Tenía poco de haberme mudado a España, por segunda vez. Alquilé una suite en la playa, pero era invierno y todo estaba vacío, a excepción de unas chicas guapísimas que estaban haciendo surf en el mar. Me acerqué sin mucha intención de hablarles, pero supongo que uno se acerca a ver si es bien recibido.
Me desvestí y cuando metí los pies al mar sentí que estaba congelado. Yo no sabía nada de surf y que sus trajes de neopreno las protegían del frío. Habrán pensado “que chico tan raro que se mete así”, pero sólo era ignorante de las condiciones del mediterráneo en invierno.
Como no quería parecer cobarde, seguí avanzando y luego me sumergí hasta el cuello, y nadé un ratito haciendo como si nada, para que al menos pensaran “bueno, es raro pero sí que aguanta el frío”, pero desistí a los diez segundos. El mar estaba demasiado frío para ocultar mi sufrimiento. Regresé a la suite humillado a descongelarme en la bañera, y luego resolví visitar la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Como quería conocer el casco antiguo, di el largo paseo entre la suite en la que me estaba quedando y la famosa obra de Calatrava. Las calles eran muy bonitas, comenzó a pegar el sol de medio día y por fin se me estaba calentando el alma. Las calles de Valencia están decoradas de naranjos que ofrecen sus frutos impecables a los transeúntes. ¿Pero cómo puede ser que nadie las haya recogido todavía, habrá multa?
En una privada discreta “robé” una naranja de apariencia perfecta. Ah, naranja valenciana. La pelé entera y saqué un gajo grande para saciar mi sed. Mi rostro se arrugó, era amarguísima! Se podía comer, pero no era placentero.
Creo que si cambiara la frase por “Se podía vivir, pero no era placentero” resumiría mi estado de ánimo en ese periodo. Había dejado atrás a la familia y amigos en México, y moverme a España había causado el rompimiento con mi pareja al darnos cuenta que no funcionaba a distancia, me sentía cansado de que la vida otra vez me agarrara de un lugar para colocarme en otro, pues me he movido mucho en mi vida y percibo cómo soy arrancado de raíz, y tardo un poco en pegar en tierra nueva. Como cualquier persona supongo. Estaba pasando por un duelo distinto al de la muerte.
Para aliviar mi dolor existencial, la semana anterior había asistido puntualmente a un grupo de biodanza avanzado en Madrid. Como regalo de cumpleaños a una de sus alumnas, el maestro le hizo una ceremonia de renacimiento. Me acordé de mi ceremonia de Minotauro que experimenté en Biodanza en México, hacía tan solo tres meses. Pensé: se supone que renací en ese Minotauro para escapar de esta nube negra, cómo es que la nube negra me encuentra renacido? El renacimiento tiene que pertenecer al género de la superstición, porque he vivido en carne propia un convencimiento de haber renacido, y luego parece que el ser renacido desvaneció poco a poco, y aquí me encuentro en la misma situación que antes.
Decidí poner mi mente en otro lado. Paseando por la obra de Calatrava vi un edificio en forma de casco que despertó mi curiosidad. Qué es eso! Ah, un planetario! Proyectarán las estrellas espero! Ehhh un documental de la mariposa monarca? Bueno, pues es lo que hay. Pedí unos nachos que sorprendentemente eran peores que los de Cinépolis en México, y me senté a ver la película.
Comenzó con la historia un niño que jugaba con mariposas en el campo los veranos, en Ontario, Canadá. Al crecer se empieza a intrigar por los ritmos de las mariposas, cómo es que llegan siempre en la misma época del año? y se da cuenta que realmente no saben ni de dónde vienen, ni a dónde van. Llegan a Canadá, se mueren, nace una generación nueva, y se van. Saben que tienen que tener un destino, pero dónde?
Con la ayuda de voluntarios comienza a poner etiquetas pequeñísimas en las alas de las mariposas, y logran convencer a la TV que presentaran su idea: cuanto te encuentres una mariposa con esta etiqueta, mándanos una carta y con el remitente sabremos dónde la encontraste! Y así la idea se expandió de forma viral, mucha gente se involucró ayudando a rastrear dónde habían encontrado las mariposas con etiqueta.
El chico emprende una investigación de varios años, en los que va recolectando ubicaciones de dónde le han enviado cartas. Algo sorprendente sucede: sobre el mapa se traza una línea entre Ontario y el sur de Texas, “tienen que seguir a México, sólo que no hemos pedido ayuda a los mexicanos y por eso no recibimos cartas de ellos”, piensa.
Viaja a México para pedir ayuda a los Mexicanos, y como sucede con tantos Canadienses que vienen a visitar este país (como mi padre), no sólo se enamora del país, sino que ese enamora de una mujer mexicana naturalista guapísima y en su jeep se van a explorar los montes de México en busca del mítico lugar donde llegan las mariposas a hibernar, y aunque no encuentran pistas, no parece importarles demasiado, pareciera que el viaje es más una excusa para vivir un intenso romance que una expedición botánica.
Hasta que en una de esas exploraciones, recorriendo los montes boscosos de Morelia Michoacán, comienza a caer un aguacero que les deja el parabrisas lleno de… mariposas monarca! Su lugar de hibernación tendría que estar muy cerca! Se bajan del jeep y comienzan a ver los árboles. Ahí están! Parecen árboles de mariposa! Se abrazan emocionados.
La película termina en que son mayores y están casados. Las mariposas fueron una pasión de por vida, y todo eso que nos enseñan en Hollywood. La película me pareció cursi, pero agradecí poder poner mi atención en otra parte durante dos horas. Me levanté para irme. Salieron las escenas post-créditos, y aparecieron fotos de los personas reales detrás de los personajes de la película.
“Meh, seguro es una interpretación muy amplia de basada en hechos reales”, pensé. Los nachos estuvieron tan malos que ni me los terminé. Resolví mejor buscar la mejor paella de Valencia, eso seguro me alegraría el ánimo.
Busqué en Google Maps y caí en un lugar acogedor.
“Viene a probar la paella?” me pregunta el mesero. “Sí!” respondo entusiasmado. “Espera a alguien?”, “No, sólo soy yo”, “Lo lamento, pero sólo tenemos paella para dos personas en adelante”. “No importa, traigo hambre”. “No se lo va a poder acabar”. “Con todo el respeto, usted no me conoce”, respondo con un guiño. “Bueno, si se lo acaba, el chupito va por mi cuenta”, se ríe. “Hecho, y además tráigame esta botella” dije señalando al tinto más barato del menú.
La verdad es que el tamaño de la paella me decepcionó un poco. Llegué con hambre, y apenas tomé vino en lo que comía. Eché de menos el chorizo que le ponemos a la paella de mariscos en México, en España eso es tabú. Como me quedaba tiempo para terminar la botella busqué la historia que acababa de ver en el planetario. Pues resulta que sí eran hechos reales, seguramente endulzadas para el público, pero sí que la historia fue basada en hechos reales! Anda, que buena aventura se aventó ese chico! El viaje el héroe que había realizado ese hombre había culminado de una forma tan arquetípica que lo confundí con ficción! Ya han pasado a mejor vida, pero sus nombres son Frederick Albert Urquhart y Norah Roden Urquhart.
“Pero si toda la historia no era una telenovela, tengo que reconsiderar y reinterpretar lo que vi en la película” pensé. Y la cosa más curiosa sucedió: repasando mis memorias de la película, vi una alegoría muy clara: la mariposa que emprende su viaje a México no es la que llega a Canadá. Emprende su viaje con un instinto de salir al norte, ni siquiera sabe su destino. Si tiene suerte, no se la comerán o morirá en el camino y llegará el momento en que tenga que detenerse para reproducirse y morir, sin lamentar no haber llegado a Canadá. El buscador que muere y renace psicológicamente lo hace para seguir su camino. El buscador renacido cuenta con nuevas herramientas y nuevos aprendizajes para continuar otro tramo, pero para llegar hasta el final de su vida? Eso sería cargar equipaje innecesario, o no?
Y sin embargo, la mariposa monarca, cuando llega a Canadá, se reproduce una última vez antes de morir. De esta última generación nace una “super mariposa” bastante más grande, fuerte y resistente que sus predecesoras, y esta vuela literalmente por encima nubes evitando los aguaceros que llevaron a su propio descubrimiento. Lo que llevó cinco generaciones recorrer a sus ancestros, esta lo recorre de un jalón. Y además: al llegar tiene que hibernar para madurar sexualmente.
Lo entendí: el renacimiento que había experimentado en biodanza era una mariposa muy bonita pero de las pequeñitas. Me transportó de México a España, y estaba muy bien equipada para ello, pero no está bien equipada para arraigarse aquí. Las mujeres españolas le parecen incomprensibles, carga una botellita de habanero en la bola que le echa a la tortilla española, y no sólo es ignorante de las costumbres y usos de este país, sino que le parecen ridículos. ¿Qué estaban pensando cuando colocaron naranjos de fruto amargo en la capital de la naranja?
Ya había leído (y entendido) que una vez que sufres depresión y te recuperas, es muy probable experimentar un episodio de nuevo más adelante. Racionalmente percibía que este cambio de país había hecho brotar nuevamente mi depresión, y que poco podía hacer mas que auto-contenerme y resistir, pero la comprensión de esta alegoría me permitió acomodarlo en el mundo interior como un proceso constante de renovación, y mi “lucha contra la depresión” se convirtió en un proceso más bien de duelo, de aceptación de las circunstancias y las emociones.
Desde esta alegoría entendí que moriría y renacería muchas veces más con un destino que no conozco, e intuí que en algún momento nacería una “súper mariposa” que haría el trabajo espiritual de cinco generaciones, y casi me alegré de estar deprimido. Significaba que el momento de morir se estaba acercando, y que este nuevo ser que emergería de mi muerte estaría mejor adaptado para lidiar con este cambio de ecosistema. Y luego esta moriría también, y el renacido continuaría el trabajo hasta cumplir su ciclo y así sucesivamente.
Volví algo borracho a la suite, y al siguiente día tomé el autobús a Madrid. No había cambiado mi estado de ánimo, pero sí había cambiado mi perspectiva. Me tomó semanas integrar este evento en apariencia tan sencillo, pero cuando terminé de hacer el trabajo interior, entendí que mi composición psicológica se desmoronaría cíclicamente provocando una especie de renacimiento o recomposición distinta a lo que era antes, pues con cada depresión hay una re-evaluación interior y de eso emerge una nueva forma mejor adaptada para lidiar con el mundo, y esto era lo que estaba experimentando.
Y más allá de esto, entendí que mis muertes metafóricas no son sino ecos lejanos de la muerte que voy a experimentar, y si bien sigo teniendo un ego solipsista que perdura a través de estas muertes, cada vez que sucede distingo mejor lo que es eterno de lo que es temporal en mi. Este ego no se necesita una vez que que hayamos llegado a nuestro destino, y por lo tanto quedará esencia pura, la misma esencia de la que nos originamos, y nos reintegraremos con el todo.